Había pastillas, había sangre, había líquidos y sólidos, había mugre, había polvo, había polvos y, sobretodo, había miedo.
Había recuerdos y celos y pretextos. Había tiempo, demasiado tiempo. Tiempo congelado y mezclado con alcohol.
Había luz; pero la matábamos con siestas. Había noches; noches para rogar, noches para sudar.
Había días y días y días. Había pastillas, pero las pastillas nada resolvían.
Había planes. Planes de romper alguna cara.
Planes de recuperar la dignidad.
Lo teníamos todo, un cuarto nuestro reino.
Incendiando horas con segundos pasábamos nuestra eternidad.