Hay gotas del tiempo que nunca tocan el piso.
Se evaporan.
Impregnan, de ese sutil recuerdo, tu ropa.
Se adhieren a tus sábanas y a tu sonrisa.
Hay gotas del tiempo que se mezclan con lágrimas viejas.
O con sudor ajeno.
Se evaporan. Vuelven a rascar tus paredes.
Sublime día, sublime noche.
Con un diluvio de gotas de tiempo
que nunca más inundaran mi ciudad.