Canelita llegó a mi casa en Ensenada... mis padres en contra de todo lo que nos han enseñado la empezaron a alimentar.
Una perrita marrón, con la cadera lastimada y una colección de garrapatas inigualable.
El primer fin de semana que pude, la fui a conocer… la primera vez que la vi, pensé que ya había muerto (no emanaba mucha energía que digamos)… luego movió un poco su cabeza y por primera vez, movió su colita para mí…
La llevamos al veterinario…
Después de una ducha.
Una inyección para la sarna.
Una matanza de animalejos.
Medicamento para desparasitar.
Una ampolleta anti-pulgas.
Una tableta de vitaminas.
Un collar verde del waldos
y una pelota de la misma calidad… la perrita cambió.
Canelita corría, como una perrita con la cadera chueca puede correr…
Buscaba su pelota… aunque a veces estaba muy mareada y confundida…
Y si salías a caminar… decidía acompañarte.
Pero, no pudo.
Su corazón ya estaba lastimado.
Y hace algunos días murió.
Hoy en el altar voy a ponerle croquetas, huesitos y unos pedacitos de tocino para perritos, que no sé si en su vida probó. No tengo fotos de ella… pero improvisé y le hice un dibujo.
Me hubiera gustado poder despedirme… pero mínimo hoy, podré hacer algo en su honor.