Extraño los molletes que mi madre hacía cuando teníamos 6 y 8 años,
Los dejó de hacer. No sé cuándo; pero no recuerdo haberlos comido en la pubertad.
Los extraño tanto, supongo que porque se fueron al mismo tiempo que mi infancia
me recuerdan al tiempo calma, al tiempo lleno de seguridad y pijamas cómodas.
Los extraño, pero en defensa de mi madre, supongo que ella extraña tener hijos de 6 y 8 años.
Que ella también extraña el olor de pan tostado y queso derretido,
El olor que le recuerda a risas caóticas y preguntas fáciles de responder.
La salsa que no enchilaba, porque teníamos pocos años de haber dejado de ser bebés.
Extraño las cenas en familia, los bolillos cortados en cuartos,
El plato al centro para que todos pudiéramos tomar un pedazo.
Los deditos que se esforzaban por no quemarse, los humms y yumms en voces agudas.
La seguridad, la calma. Un día se había terminado pero por el momento sólo la cena importaba.