Él tiene unas diminutas tijeras doradas, las guarda siempre en la bolsa de su camisa, cerca cerquita de su corazón. El tiene dos ojos marrones, si ve directito al sol se tornan miel. Su cabello no es negro, y en México eso es raro; en México gana puntos por no ser del color usual.
Y yo me acuesto sobre su cama, una cama grande para un hombre que lo vale. Y junto a su cama, en una silla he dejado toda mi ropa, y junto a la silla mis zapatos. Desnuda, frente a ese hombre empiezo a contar.
Uno y hombre sonríe, dos y toma sus tijeritas, tres sujeta mi tobillo y cuatro empieza a mutilar.
Las tijeritas son tijeritas para que la tarea dure más. Cinco, seis, siete y, hasta el 99 logra pasar.
Soy sangre, piel, líquidos y desechos sobre su colcha. Soy una mancha en su camisa favorita. Soy ojos abiertos faltantes de miel.