No me siento genial.
No me siento la mejor,
la mejor mamá del mundo
como me llamas cuando no te quieres dormir
y quieres que te lea otro cuento,
o te expliqué más de insectos,
o de nubes, o del tiempo.
No me siento capaz,
segura, letrada...
como veía a mi madre
cuando tenía tu edad.
Y no me siento
agresivamente productivo,
creativo, alerta,
como sigue siendo mi padre
cada que estoy en casa.
Me estreso por la ropa tirada,
cuando podría estarte cantando.
y a veces no hago verduras,
porque comer fuera es más sencillo.
Y me quedo dormida
(eso a mi padre también le pasaba)
cuando debería estar lavando platos.
En casa de mis padres,
los platos siempre estaban limpios,
y los pisos, trapeados.
La mejor mamá del mundo
te da medicamento,
te acurruca,
y se queda viendo el techo,
preguntándose cómo logrará hacerlo.