Estaba llorando y de repente vi a un avión despegar, al principio era una animal de metal y tornillos, soldaduras y pintura; pero se empezó a alejar y se fue convirtiendo en un sueño. Poco a poco desaparecía y lo único que dejaba a la vista eran esas dos luces.
Esas dos luces que te avisan que es un avión, que no es un ovni.
Esas dos luces que siempre me hicieron pensar en la persona afortunada que podía ver hacia abajo desde la ventanilla.
Esas dos luces a las que yo solía mandar besos pensando que era el avión en el que viajaba mi padre.
Desde niña quise volar, cuándo no me crecieron ala como yo esperaba, decidí que sería piloto o aeromoza... cuando me enteré que se necesitaba por lo menos 165 cm para cualquiera de las dos profesiones me desilusioné. Con lo último de dignidad que me quedó decidí ser pasajero.
Quisiera no tener que tomar este avión. La última vez que la vi, hace 15 minutos, mi madre escondía que iba a llorar, yo también.
Es verdad que no quiero irme, esta vez no quiero volar, porque realmente ha perdido el sentido.
De norte a sur de sur a norte.
Los minutos en el aeropuerto son eternos, sobre todo cuando no tienes ni idea de por qué te vas.
Armando me va a regañar por escribir esto, porque dice que debí haber tenido las cosas claras antes de tomar la decisión, y supongo que tiene razón.
Mi estómago me duele.
Mi hermano fue el único que me vio llorar hoy.
Me veo ridícula, traigo dos mochilas estúpidamente pesadas porque a Samia le decidieron mandar litros de salsa, tengo los ojos hinchados, los tenis desabrochados y traigo puesta una sudadera de Armando que me queda grande porque yo soy chica y él no.
Tengo al panda en los brazos y escribo en una libretita de Mickey, aparte de absurda me debo ver como de 15 años. Lo cual no es tan malo porque los demás pasajeros me dejan en paz.
Me vi en el espejo y me veo asustada. Un guardia de seguridad me preguntó cómo se llama el panda. Se llama safety blanquet, se llama almohada, se llama un pedazo de México.
Acaban de gritar ¨Ama!¨, no era para mi, lo sabía; pero aun así no puede evitar que mi corazón diera un salto y luego se encogiera de dolor. Supongo que todas las chicas queremos esa escena final de las comedias románicas. Supongo que quiero llegar pero no me quiero ir (lo cual resulta difícil).
Primero Clase Premier y luego de la fila 1 a la 6. Gracias a Dios yo estoy en a fila 16. puedo esperar, todavía algo se puede quemar. Podría vomitar y empezar a convulsionarme.
Pasajeros de la fila 7 a la 30.
16F ventanilla, algo bueno si quieres ver el cielo y recordar que estas volando, malo si quieres ir al baño; pero yo no quiero ir al baño, quiero ir a la cocina y sacar una Tijuana para tomarla mientras espero que alguien llegue de visita y así poder contarle que no me fui.
El panda se llama Dany.
Y así despegué, lo que se veía como concreto y tierra rápidamente se fue convirtiendo en un sueño. Un sueño de una ciudad. Un sueño del que todavía no quiero despertar.
patéticamente yo soy el ser que esta llenando el ambiente de lagrimas, normalmente ese es el papel del niño de brazos. Soy patética y estoy más triste de lo que he estado en mi vida.