Tremenda resaca que tengo. Y estoy en Montevideo. Supongo que este clima solo lo hace la falta de ozono en la capa. Supongo que esta resaca solo la hace el vino suelto. Tal vez nunca más seré tan feliz. Y bueno (diría algún uruguayo) ¿qué le vamos a hacer?
La casa tiene su silencio, que realmente es un ruido tranquilo de tres o más conversaciones (pero acá es lo más callado que llega a estar). El viento está fresco. Mi cabeza está por explotar. Las plantas en el sur son más verdes que en el norte. Ellos tiene pingüinos y nosotros osos polares. Ellos tiene pingüinos y tienen una manera distinta de ver la vida.
Yo tengo osos polares y crema de maní. Los dos tenemos mcdonals, y ni al sur o al norte le gusta.
No tengo radio pero tengo una computadora con problemas de creatividad. Ahora tengo a mi panda que me tuvo que esperar por un semestre en Tijuana. Duermo con él y creo que el clima le gusta, el clima sin su capa de ozono y con el viento que tocó también a los pingüinos.
Ellos tienen tuco que les hace su madre. Yo tengo mis llamadas de larga distancia y tengo correos electrónicos que debo leer. Todos al final tenemos una crisis económica. Soñé que me iba a Japón y sentía un éxtasis raro, desperté y estaba en Uruguay, de ser uruguaya sería algo común. Pero nací mexicana. Moriré mexicana también.
Veo como pasa una nube. Y me asusta, nunca había visto a una nube ir tan rápido. Estas nubes del sur no se miden.
Nací en medio de un ciclón, y si Paul no hubiera decidido atacar la ciudad de Culiacán, todo habría sido distinto. No estaría acá pensando en el cáncer de piel, en los pingüinos y en los monopolios internacionales. Aunque la de tocino no es Tan mala. El panda capaz no sería mío, aunque tal vez si tendría igual una resaca horrible.
Pronto tendré un psicólogo. Nada grave. Supongo que es señal que estoy convirtiéndome en un adulto, tiempo de culpar a alguien. Terapia.
El psicólogo me va a preguntar ¿por qué has venido?
¿En donde me siento? le voy a contestar.
Y empezaré a repartir culpas. Dos para Paul, una para él, una para ella. Y solo las pocas que queden serán mías, mismas que luego dejaré en el testamento a mis hijos. Una sociedad en evolución. Cultura diría el oso. No el panda sino aquél investigador de Tijuana.
Los pandas no son osos diría el otro dueño de mi panda. El panda es un pajero diría Armando.
¿Por qué has venido?
¿En donde me siento?
No sé que le diría en caso de ya estar sentada. Tendré que pensarlo, fuera del alcance del sol sin ozono y del viento con pingüinos que mueve absurdamente rápido a las nubes de Uruguay.