Ensenada es mi hogar, la ciudad que le dio forma y nombre a mis primeros pecados, la ciudad de los tacos de pescado y el olor a pescado, la ciudad del vino en las verbenas y las micheladas del super rápido, la ciudad en donde quedaron mis días de secundaria y de prepa y en donde todavía viven algunos cuantos buenos amigos, Ensenada es para lunas de miel cuando mis padres no están en casa (ah dios! Dulce tina doble!), para las comidas familiares cuando los padres si están, Ensenada con sus pedas en el papas y campamentos en la playa, con su mayor número de científicos que otra ciudad, con una cantidad estúpida de oceanólogos y con mi casa fría y blanca.
Así después de este escrito en su honor, solo queda decir que, cuando tienes 17 años descubres todas las distintas maneras en que se puede odiar a una ciudad, y luego a los 21 te das cuenta de que la neta te la pasaste muy chingón.