lunes, diciembre 07, 2009

La Muerte y el narrador.

La Muerte acaricia tu espalda, con uñitas delicadas, y te roba el aire.
Lo regresa; Lo roba, lo regresa, mientras sube y baja por tu espalda.
La Muerte lleva tiempo acostándose contigo. Despierta durante toda la noche, te acaricia.
Le gustan tus sábanas de franela. Son navideñas, pero es verano (curioso—piensa).
No le gusta mucho tu voz. En las noches, sin saberlo, le cuentas de tu pasado:
Mientras tú duermes, vas esbozando la historia de tu existencia, haciendo una larga novela
que pronto va a terminar: Hablas de tus padres, de tu esposa (ex esposa), de tu hijo... de todo lo demás.

Es una tradición para ella; por 10 noches, antes de morir, uno debe narrar su vida.
No todas las Muertes hacen lo mismo. No hay protocolo existente, no hay una sola manera de matar;
Algunas disfrutan de la sorpresa, otras prefieren el sufrimiento o se regocijan con la ironía.
Pero esta, la que te toca, se acurruca a tu lado y te escucha, es especial.
Le gusta saber el valor de las cosas. Le gusta entender.
Hay algo mágico en descomponer lo que ha tardado tanto tiempo en hacerse.
Como jalar un hijo de algún suéter pomposo. La enardece.

Es la séptima noche y le hablas sobre tu padre
Con pesadillas en tus sueños, sudando fuertemente y temblando (Sigue—te susurra);
Hablas sobre las noches que pasaste en vela junto a su cama. Sus últimas noches.
Ya no se podía mover, había dejado de hablar y no sabían sí los podía escuchar.
El hombre fuerte, el hombre guía, el hombre a seguir; reducido a eso. Una cápsula humana.
Pasaste más de una semana, sentado en el mismo sillón incómodo, esperando que se recuperara.

Pero no, no hubo mejora. Poco a poco lo obvio y predecible se dio como resultado: Su muerte.
La madrugada de un domingo, cuando el amanecer casi llegaba; perdiste a ese hombre molde.
Lloraste terriblemente, algo que no estabas acostumbrado a hacer.
Ella te recuerda, la Muerte. Recuerda las historias de tu padre (Llevaba 10 días acompañándolos en el ritual secreto de morir).
Se quedó contigo en el cuarto, hasta que tu hermana llegó: Pequeño confort.
Tu padre era un hombre interesante. Tal vez frío como padre y como esposo; pero trabajador y confiable.
Sus relatos estaban llenos de datos y estadísticas; tenía listas de cosas por hacer y cosas ya hechas.
Y aunque el listado de to-do no estaba terminado, se fue tranquilo. Feliz por lo que si logró completar.

Pero tú no hablas de eso, no mencionas los estudios que te pagó, los cuentos que te leía,
ni de esos regalos de cumpleaños que siempre estaban envueltos con papel dorado.
No hablas del viaje a España o del auto viejo que arregló una y otra vez.
Enfocas todas tus fuerzas en describirlo en esa cama. Inmóvil, patético, débil.
Hablas sobre tus miedos de terminar así, sin poder comunicarte, sin poder pedir lo que necesitas.
Sobre el odio de que te haya dejado así, sin decirte lo mucho que valías.
Hablas de su trabajo, como una enfermedad y te alegras de no haber seguido sus pasos.

Ahora es tu turno, tu cama, tu cuerpo y aunque tienes movimiento y voz;
No hay hijo que solloce a tu lado; porque hace tiempo te dejó de hablar.
No hay hija que llegue cuando mueras, porque nunca la tuviste.
No hay esposa, hay una mujer que se divorció de ti y se casó con un mejor hombre.
No hay nada. Sólo tú, 7 noches de historias tristes, sábanas anticuadas y una muerte segura.
Tus historias son terribles, aburridas y pretensiosas. Culpas a todos los demás por lo que no tienes.
Alteras los hechos, olvidas nombres y pronuncias mal algunos apellidos.

La Muerte ya no puede más.
Cada vez, te regresa menos aire.
Cada vez, te lo roba por más tiempo.
Terminemos ya con esto—Grita.
3 noches antes de lo planeado, mueres.

Detox

Por mi parte, será detox, vomitar primero tus brazos.   Los extrañaré, pero necesito que estén afuera.   Luego tus piernas, tu torso, tu bob...