Él le pidió que esperara.
Ella aclaró que no esperaría; pero que el tiempo era libre. El tiempo era de ninguno de los dos. Así que si en semanas, en meses, en años él decidía volver, tal vez ella seguiría ahí, tal vez ella seguiría amándolo, tal vez sin saber que lo hacía, ella esperaría.
Él sintió que eso era suficiente.
Ella sabía que para ella lo era.
Se fue.
29 días después regresó. La cara nerviosa, la voz aguda. Te amo, ¿Nos podemos casar?
No.
Fue lo que ella respondió.