Bajo los árboles desnudos de tu invierno,
tú y yo, completamente vestidos.
Bajo las casas dormidas de mil desconocidos,
tú y yo, queriendo que todo volviera a empezar.
Desalineados; porque ya no eran horas para ser correctos.
Callados; porque de todas las noches esa sería la última.
Callados; porque nuestros cuerpos sabían lo que se debía hacer.
...
Caminamos, como tantas otras veces, recargados en el silencio del otro.
Tomamos una calle distinta; tomamos muchas calles distintas,
ignorábamos las esquinas, ignorábamos los reproches del juicio,
Nos olvidamos de ella, nos olvidamos de él; Sobraban las ganas de perdernos.
Tus pasos lentos que no lograban detener el tiempo,
mis manos que sólo sabían buscar tu cuerpo.
Tus labios, mis labios y lo que ahora es tan sólo un recuerdo.
Mi llanto, tu llanto y las pocas palabras tristes que supimos decir.
al calor corporal que nunca fue, ni sería, compartido.
Las manos aturdidas buscando memorizar cada detalle,
caricias torpes de dos que siempre fueron precisos.
...
Para cuando nos encontraron, la marejada había pasado.
Para cuando nos encontraron, el tiempo había pasado;
La vida, el miedo, la ternura, la ficción también habían pasado.
Quedábamos sólo, tú y yo, completamente vestidos.