El león duerme entre mis piernas
ignorando mis quejidos;
tranquilo descansa inmune al pánico,
a la adrenalina incrustada a mi piel.
No sé por qué eligió mi apartamento,
mi cama, mis sábanas de 200 hilos,
mis muslos; para dormir su siesta.
No sé por qué no lo sentí llegar.
Soñaba con guerras y serpientes,
lloraba por amigos ya muertos,
dolía por piquetes imaginarios de abejas mentales
y cuando mi recorrido termina, lo encuentro:
Un felino enorme en mi colchón queen;
usándome como almohada.
Terrible fiera. Reposa pacífico,
consume todo mi olor, exhala aliento cálido y salvaje.
Me da escalofríos su presencia
y no sé cuándo piensa despertar.
Espero no despierte gruñón,
espero no me pida avena y jugo;
se marche pronto, sin incomodar, sin lastimarme.
Este león, no lo conozco, no podría decir sí es de confiar.