Las palabras pueden doler.
Lo sé. Llevo la mitad de mi vida bordando historias con ellas, sé exactamente de lo que son capaces de hacer.
Las palabras pueden doler.
Sobre todo las palabras que debían permanecer ocultas, las habladas a las espaldas.
El Distrito me despidió con demasiadas palabras y ahora, aun lejos, en mi paraíso aislado, no logro encontrar la calma.
Las palabras pueden doler y me han dolido.