Escrito para
Palabras Domingueras.
Si el patán de su compañero se tomara el tiempo de preguntar, le podría contar que a su edad él ya había viajado dos veces a Europa, cuatro a Sudamérica y que había conocido todo lo importante de Estados Unidos. Le podría hablar de mujeres, auditorios llenos, entrevistas en tele y muchas fiestas; pero ese imbécil rara vez le habla, todo el tiempo que no está revisando los equipos defectuosos se lo pasa en Facebook, Twitter o en cualquier otro lugarcillo que le permita presumir su almuerzo.
Este idiota cree que con sus nueve mil al mes esta ganando La lana. Igual, cuando uno tiene 20 años y no tiene que pagar renta porque vive con sus papis, nueve es una buena cantidad pero si le contara las cifras que él ganaba a esa edad se quedaría con la boca abierta. Aunque, la verdad, en aquellos tiempos ni lo hacía por el dinero, era más bien por conocer el mundo y llevar su talento a otros países.
Lo descubrieron en un torneo regional, 20 horas después de haberse presentado ya había firmado un contrato. El espectáculo era de cinco personas, cada uno supuesto representante de un continente, había uno güero; uno negro; una china, bueno asiática; una pelirroja, que nunca supieron exactamente qué tierra representaba; y un latino (algo así como los Power Rangers pero con ropa más en onda).
Todo fue por un gran golpe de suerte. Lo que pasó fue que, un día antes del torneo en Monterrey, al guatemalteco lo agarraron con drogas en el aeropuerto. Así que justo cuando Roberto estaba haciendo su combo especial de La vuelta al mundo, El columpio y El perrito, el presidente Yo-yos Dunqui se enteraba que no tenían personaje moreno para el espectáculo programado en Los Ángeles; y para el show de Los Ángeles el morenito era muy importante.
Eso fue todo. A sus 19 años Roberto pasó de ser cualquier Roberto a ser Roberto El rey del yoyo. Bailó mambo, cha-cha-chá y cumbias en tantas ciudades que ni las podría nombrar. Viajó hasta cansarse, comió lo mejor, conoció a toda clase de personas y hasta cogió tres veces a la china. Desde sus 19 hasta sus 21 vivió de los yoyos y fue completamente feliz.
Y luego, un día cualquiera, recibieron una llamada del coordinador. La siguiente presentación se cancelaba, la gira se cancelaba y los contratos no se renovarían. Los yoyos ya no estaban de moda y el espectáculo era muy caro.
Todo se fue con esa llamada.
Que triste fue ver a los ochentas convertirse en los noventas y luego llegar al año 2000. El mundo se hizo un lugar cualquiera. Estudió una carrera técnica, consiguió trabajo y se olvidó del pasado. Llevaba mucho tiempo sin pensar en aquellas épocas, si tararear el yoyo-mambo o recordar a la chinita. Pero un día vio a ese pendejo tomarle una foto a su sandwich vegano, como si un sandwich vegano fuera noticia para compartir, y de golpe su pasado regresó. Lo desespera ver unos 20 años tan patéticos, desea que contarle, contarle cómo puede ser esa edad si uno tienen cierto talento, si uno se esfuerza, tal vez lo inspire a hacer algo más importante; pero no sabe cómo sacar el tema y ese tarado nunca le pregunta nada.