El sol que se acurruca en la piel
y la piel que lo reconoce.
y la piel que lo reconoce.
Es el mismo sol,
de la infancia,
de la adolescencia,
de hace algunos días.
La arena se va adueñando de los pies,
y también ha logrado llegar al cabello.
El agua se evapora de mí,
dejando rulos desordenados.
El mar se niega a ser el mismo,
no quiere ser reconocido.
Cambia de color, de ritmo,
de fuerza.
Este mar es este mar,
no un mar atrapado en recuerdos.
Y yo, cubierta de sol y arena,
me mantengo aquí y en todos lados.
Me sorprendo con los pelícanos que he visto mil veces,
busco conchas que ya he recolectado,
y me río con las gaviotas
que de nuevo intentan robar mi comida.
Vivo entre lo que se repite
y lo que cambia,
como cualquier mortal.
En paz, con los labios salados,
frente a un mar que un día se habrá evaporado
y bajo un sol
que un día explotará.