Cuando duermes y sabes nada de lo que pasa en este mundo,
le doy diminutos besos a tus hombros, desacomodo tu cabello.
Te digo secretos, olfateo tu cuello, te explico sobre mis pesadillas.
Defiendo a tu cuerpo de las sábanas secuestradoras,
reparto de manera equitativa la cobija (una mitad para ti, y otra para mí).
Escucho el oleaje de tu respiración, tomo agua, escribo.
Te atrapo con mis brazos (algunas noches con las piernas también).
Doy vueltas, me quedo quieta, me tapo, me destapo.
Y casi con un susurro canto canciones, mientras veo lo obscuro que está el techo.
Te veo, te toco, te escucho y eventualmente otra vez me duermo.
Tenemos eternos momentos disfrazados de minutos,
cuando tu duermes y yo despierta espero otra vez el sueño.