Es extraño que te encontré aquí;
donde por ninguna razón te habría buscado.
Tu cabello correcto, tus piernas un fuertes.
Es maravilloso que atrapada en una caja de cartón,
entre los papeles legales y las garantías vencidas,
te descubrí (a la tú que recuerdo).
Una fantástica fotografía de un día salado, tierno y ruidoso.
El sol atacando a la cámara, el mar congelado en una eterna ola espumosa.
Tu piel a cuatro horas de una necesidad urgente de aloe.
Un manantial de llanto lo encharcó todo:
Los archivos, las firmas, las grapas, tu cara, tu boca.
La sal de mis lágrimas se unió con la sal en tu cabello.
Volviste a enfermar, como si no hubieras ya enfermado;
perdiste un kilo tras otro, tu piel dejaba de ser dorada, tu dolor.
Tomaste otra vez mi mano y otra vez un te quiero. Te perdí de nuevo.