Mi padre alguna vez me dijo:
Lo que valga ser escrito debe ser firmado;
Lo que no te atrevas a firmar no tengas el mal gusto de escribir.
No regales palabras y tampoco gastes el tiempo de otros con enunciados cobardes.
En realidad no lo dijo así, no recuerdo sus palabras exactas.
Lo dijo muy casual mientras imprimía y firmaba borradores de contratos;
Me prestó luego su pluma fuente
Ensaya tu firma -agregó- es importante que tengas una.
Yo tenía 14 años y nunca antes había pensado que mis palabras tenían un valor.
Así empezó todo.