jueves, noviembre 04, 2010

Te adoro, te quiero, perdona.

Te besé y en realidad no te quería besar.
Lo que quería era explicarte que a tu lado me sentía tranquila.
Quería que entendieras que te llevaría por siempre cerquita de la piel.
Te besé y la calle fría hizo silencio para que sólo nuestro beso existiera.
Te besaba y llorabas, y yo también lloraba mientras acomodabas mi cabello.
Te adoro, hermosa (tú).
Te adoro, te quiero, perdona (yo).

Perdona, lo único que se me ocurrió;
entre el beso y el perdona, había tanto que no pude decir.
 
Y era algo como:
Esas veces que dormías a mi lado sin tocarme.
Esas veces que caminamos compartiendo un paraguas.
Esas veces que nos reíamos a carcajadas cuando debimos haber estado tristes.
Esas veces de tomar juntos la última cerveza o el último vaso de vino.
Esas veces de hacer cenas secretas para dos
o de alejarnos de casa corriendo para eliminar a los colados del paseo…
Todas esas veces, me convirtieron en una mujer feliz.

Me hicieron olvidar lo de cortarme, olvidar lo de querer morir.
Esas veces fui feliz y no tuve que desnudarme, no tuve que entregarme como ofrenda.
Fue felicidad por felicidad. Un amigo por otro,
seguridad como nunca antes había conocido.
Nunca invadiste mi cama sin ser invitado.
Me abrazabas y soñábamos calladitos.
Despertábamos y éramos los no-amantes perfectos;
Siempre con charlas, siempre con planes, siempre con sonrisas…

Y cuando no había sonrisas,
cuando había llanto,
nos abrazábamos sin hacer preguntas idiotas.
Cuando había lágrimas, lo demás no importaba.
Nos alejábamos de todo y nos dejábamos llorar...

Por eso, esa noche, nos alejamos de todos,
y con un beso, nos dejamos llorar.
Te adoro, hermosa (tú).
Te adoro, te quiero, perdona (yo).
Las últimas horas en el país diminuto de los dos.

Capaz

Dice que soy todo el ruido que quiere escuchar. Todo el silencio por el cual quiere ser devorado. Dice que soy un mar profundo, lleno de vid...