El ayer yace en un lago de su propia sangre, el ahora come desesperado sus vísceras; nunca alguien más hambriento. Cesos de un rosa delicado decoran los muebles.
El mañana entra, escopeta en mano.
Mientas andábamos pensé que ambos mirábamos el cielo, buscando arcoíris, viendo las nubes con forma de cachorros. Pero tú observabas mis p...