No eres el único que me busca cuando la noche, como rata, escarba dentro del torso.
El silencio de avalancha, ese que no soportan mucho, los trae.
Es mi canto de sirena, ese silencio de cuando otras los dejan.
El silencio de avalancha, ese que no soportan mucho, los trae.
Es mi canto de sirena, ese silencio de cuando otras los dejan.
No eres el único que viene a este lugar, buscando pistas, palabras de calma.
Solo ando por acá, como un muelle viejo. Esperando barcos que se cansaron de explorar.
Constante. Sin necesidad de ser hermoso. Solo debo estar.
Y me gusta.
Me gusta verlos regresar.
Con heridas nueva.
Sangre fresca.
Ojos cerrados,
y canales de lágrimas en la piel.
Es lo mío.
Tomar navegantes perdidos, acurrucarlos.
Verlos, escucharlos.
Darles un poco de calor.
Y volverlos a enviar.
¿Qué me queda?
¿Qué me dan?
Compañía, capaz.
La alegría de no ser ellos.
La alegría de verlos cuando lo vuelven a intentar.
La risita de verlos fracasar.
Capaz.