—Lo rompí —le escribo a mi amigo.
—¿Qué tanto?— me responde.
—Cuatro partes. El torso está casi intacto, pero las piernas se le separaron, y el brazo derecho... Creo que era su favorito.
—Supongo ahora el favorito será el que sigue pegado.
—¿Que hago?
—Olvídalo.
—Esta en mi sala. El torso en un sillón, las piernas en el piso, el brazo en la mesita de centro. Aún tiene la taza de café en la mano.
—Ya. Está complicado. Voy para allá.
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