jueves, enero 02, 2025

Viernes

Llora porque su esposa lo dejó y se llevó al hijo. 
Al hijo que nunca quiso. Eventualmente lo confiesa. 

Llora porque la esposa lo dejó. 
Por el hijo no llora. Lo del hijo le molesta, 
como si se hubiera llevado la puerta al salir y ahora no pudiera cerrar su casa. 

Al llevarse al hijo, ella hizo la relación pública.  
Ahora el mundo espera que lo busque.
Que llore lágrimas de padre.
Que ruegue por hacerse cargo los veranos.
Que pida verlo algunos fines de semana, 
que cancele planes si ella acepta. 

Pero sabe que no va a aceptar,
y llora porque ella no lo ama. 
Llora porque lo ha dejado,
porque al niño alguien sí lo ama, 
y por eso se lo llevó.

Llora porque la extraña. 

Llora por la incomodidad de tener que buscar al niño.
Un niño que cada vez es menos niño. 
Un niño que avisa que será más hombre que él. 
Un niño que lo incomoda. 

No le gusta que lo vean como un mal padre. 
No le gusta ser padre. 
No le gusta que lo midan por lo que no sabe hacer.
Por lo que no quiere hacer. Por lo que no le interesa.

No le gusta que lo dejen y lo acusen de no saber amar. 
No le gusta que lo miren. 
No le gusta que se note. 
Llora porque es injusto que
ella ame a un niño que solo es,  
y a él, que tanto se esfuerza, solo lo deja. 


Total que estaba frente a mí llorando, 
hablando de ella y el niño. 
Y yo ahí, con mi IPA, preguntándome cómo es que había terminado en esta noche, en este bar, en esta mesa. 

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Así

Tengo sueño, de ese sueño que es más bien estar aburrida de no verte.