No habrá segunda cita,
pero ahora alguien más de este mundo sabe que mis amigas se esforzaban por alaciarme el cabello,
y mi cabello nada más no cooperaba.
Y sabe que alguna vez estuve a punto de morir ahogada
por intentar aprender a surfear,
y sabe que odio que los hombres me regañen por no saber bailar.
Ahora, además de mi maestra de prepa,
alguien más sabe que aprendí a programar,
pero mis programas siempre tenían un paso de más.
Ya no solo Pedro sabe que por las tardes,
subía al taller de física a verlo trabajar.
Una persona más en este mundo sabe que amo las canastas de regalos,
que quería crecer a ser un pequeño empresario,
solo para recibirlas en Navidad.
Que me mandaban a servirle Whiskey a mi papá,
y lo probaba deseando un día disfrutarlo,
pues pensaba que esa sería la señal de que ya era un adulto que valía algo.
Alguien más sabe que prefiero la cerveza, clara, para tomar más.
IPA si es necesario, pero estoy cansada de las salidas a las cervecerías,
prefiero solo caminar.
Alguien tendrá que guardar el secreto de que no amo el punk, ni el metal,
y apenas soporto el ska.
Y tengo algo con los olores,
no me gusta el olor corporal.
Nunca nos volveremos a ver,
pero anda por ahí,
sabiendo que como soy del norte la gente pensaba que siempre estaba enojada.
Porque soy directa
y si me pregunta qué pienso, pues pienso contestar.
No habrá segunda cita.
Y a lo mejor hablé de más.
También le conté que escribo, que capaz podría llamarme poeta.
Luego reí, porque no lo pienso así.
Y tomé café, y seguí hablando.
Le conté de la prepa,
de cómo no aprendí a tomar.
Le conté de crecer en una ciudad pequeña. Y luego viajar.
Le conté de Uruguay.
Y alguien por ahí,
en esta enorme ciudad.
Sabe que me gusta su cabello,
y que algunos domingos edito.
Y que,
tal vez,
simplemente no sé callar.