Entró con miedo,
como un vampiro no acostumbrado a su rutina,
como un hombre casado visitando a una ex novia,
como si temiera reventar una burbuja.
como un vampiro no acostumbrado a su rutina,
como un hombre casado visitando a una ex novia,
como si temiera reventar una burbuja.
No había burbuja.
Solo paredes decoradas
con ilustraciones
y fotografías tomadas por amigos.
Fruta,
dos gatos,
luz cálida.
—Tu depa es hermoso —le dijo.
Su voz se rompió
en la última o.
La última o delató
todo el terror que llevaba adentro,
el dolor de sentirse
ya olvidado.
Ella lo observó.
De sus ojos no se escurría
ni una palabra.
Ojos marrones, enormes,
llenos de silencio (para él).
Sus ojos normalmente cantan,
sus ojos casi siempre sonríen.
—En verdad, es hermoso —repitió.
Porque pensó que tal vez ella
lo había imaginado
otra de sus mentiras.
—Lo sé.
Es mi casa —ella contestó.
En su voz,
un algo frío,
o serio,
o sencillo,
o limpio.
Un algo
que él nunca sabrá descifrar.
El algo que ocurre en la voz
cuando alguien te miente
y decides citarlo en tu depa
para dejarle saber
todo lo que piensas
de todo lo que hizo,
y todo lo que nunca
lo volverás a respetar.