miércoles, noviembre 11, 2009

Resultado

Un día, a los 27, a los 28, a los 29...
El adulto despierta humillado por el presente.
Con lágrimas confusas. Sin números que pueda seguir.
Despierta preguntándose cuándo fue que todo cambio.
Cuándo las navidades dejaron de ser divertidas.
Cuándo el miedo de la responsabilidad lo empezó a consumir.
Despierta aceptando que su apartamento es chico, y no mediano y menos grande.
Ya no sabe su lugar en la fila;
hace años que no compara su crecimiento con el de sus amigos.

Ya sabe contar su dinero, pero le sigue no alcanzando para todo lo que quiere.
Ya no tiene lonchera, pero la extraña.
Le hacen falta esas porciones de alimentos guardaditas en bolsitas y recipientes plásticos. Comparado con los combos baratos que cualquier idiota puede pedir sin salir del carro, el almuerzo que su madre preparaba sólo para él, era la gloria.

Su mente divaga a la infancia: al olor del primer día de kinder,
la textura del uniforme, las amplias ventanas con luz mágica,
el set de colores, el pegamento sobre los dedos, las pegatinas,
el recreo lleno de juegos y amigos.
Su mente recuerda, el olor de su madre, la seguridad que su padre aportaba,
la casa que nunca se sintió pequeña; el cielo azul, los árboles listos para ser trepados.
Las ganas de crecer, y ser más fuerte, de salir al mundo y ser un policía, un bombero,
un doctor o igual hasta un veterinario.
... y se preguntan ¿Qué pasó?,
¿Qué pasó con esa felicidad y, por qué no vuelve, por qué no la puede llamar?
Y sí esa felicidad no va a volver ¿Cuál es el punto de seguir?

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