El plan de aprender la receta de tu tatarabuelo.
El plan de ir a Mexicali a no dormir.
El plan de hacer kimchi.
El de aprender a tejer,
en clases,
rodeados de viejitas.
El plan de ir a Mexicali a no dormir.
El plan de hacer kimchi.
El de aprender a tejer,
en clases,
rodeados de viejitas.
Y hubo otros:
El plan de ir todos los domingos a danza.
El de conocer todo sobre tés, sobre pastas.
El de ir a un rancho a buscar leche fresca
y preparar cafés con ella.
El de inscribirnos en speed dating
y fingir que nos enamoramos.
El de ir a Magic.
El de ir a Europa.
A Oaxaca.
A Veracruz.
A tu casa.
A mi depa.
A tu cama.
El de dejarte ver mi espalda.
El de los masajes.
El de recrear aquel día
(tú llevas la ropa,
yo las ganas).
El plan de ir por pho.
El de tomarnos fotos,
publicarlas,
y confundir a tus damas.
El plan de leernos poemas.
El de narrarnos películas.
El de nunca contar la historia real
de cómo nos conocimos.
Obvio lo noto:
me gustan los planes,
mini fantasías
(no siempre sexuales),
fantasías de tener alguien con quién hacer algo.
La fantasía de la compañía.
El plan secreto:
llenar el tiempo.