martes, mayo 22, 2012

Su piel

Mi escrito para Palabras Domingueras; tema: Tatuaje

Su piel. Su piel es blanca, lo más blanca que puede llegar antes de ser, oficialmente, albina. Blanco teta lo llamarían mis amados uruguayos. Su piel es tan blanca como fue aquella piel de mi primer amante, y no me escapa la posibilidad de que por este detalle lo deseo un poco más.

Su piel es blanca y hasta el momento sólo he conocido sus antebrazos, su cuello y su cara. Todo lo demás ha estado protegido por ropa casual, la que cualquier otro hombre se pondría para pintar alguna pared o arreglar se auto. No me importa. No vine hasta acá para entrar en detalles trillados. Vine a comer, a ver a este chico y dejarme ver por él. Vine a abogar por que la próxima reunión en vez de comida es cena y/o desayuno. A saber si la química de aquel primer encuentro sigue ahí.

Mientras caminamos por una calle completamente atascada de oficinistas lo escucho, felizmente, decir “Me hice un nuevo tatuaje”

“¿A si? ¿En dónde?” –respondo. Sabiendo que como réplica, posiblemente, vendrá la oportunidad de conocer otro pedacito de él. Y, en efecto, mientras termino mi pregunta, él toma su camiseta y la sube hasta enseñarme por completo un abdomen blanco y en forma, con una piel estirada sobre músculos delgados pero bien definidos; paseándose con calma por toda esa blancura hay una serpiente en tinta negra.

La serpiente no es horrible, como yo he pensado que la mayoría de los tatuajes de serpientes suelen ser, de hecho es una buena ilustración. Pequeñísimas líneas le dan una textura y un sombreado interesante. Ese tatuaje lo hizo alguien que, en verdad, sabía lo que estaba haciendo, un así, la serpiente me viene valiendo madres. Es la piel lo que me ha capturado por completo, esa piel que hasta hace segundos no me era conocida.
“¿Otro tatuaje?” –Recalco- “¿Cuántos más tienes?” (Sí, pregunto porque quiero más de esa epidérmica blancura y sé que lo obtendré).

Y así, como si el camino estuviera ausente de todas estas personas que nos rodean, él empieza a mover su ropa para ir enseñando sus imágenes. Me va presentando uno a uno sus tatuajes, y yo me familiarizo con su hombro derecho, en donde vive la cabeza de un oso; el omóplato izquierdo, en el que hay un escarabajo; el tórax, por el cual vuela un gorrión; la pantorrilla derecha, en la que duerme un okapi (sí, un okapi), el inicio de su pubis; en dónde reside una avispa. “Tengo también un ornitorrinco, pero su ubicación no puede ser presumida en zonas públicas” –se disculpa. Este hombre es una Mi Primera Enciclopedia Ilustrada de Biología y yo me lo quiero follar como si no existiera un mañana.

Esa piel blanca. Esa piel blanca. Esa piel blanca teñida con negro puro. Dibujada por manos hábiles. Esa piel de artista que se ha convertido en lienzo de otros. Quiero simplemente domarla sobre su cama. Nunca dejarla salir de ahí. Que el sol nunca la enrojezca, que el mundo nunca nos vuelva a ver. Que él, yo y, mis nuevos amigos, sus bichos de tinta, nunca volvamos a esta realidad aburrida que, por el momento, nos rodea.

¿Por qué un ornitorrinco? –pregunto.
Larga historia ¿La quieres escuchar?
Claro
Humm… pero mañana, ¿va? En la cena.
Va. Perfecto.


Perfecto : )

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