Me dijo que era genial, que lo adoraba.
Que era interesante, romántico, sensible, amable,
muy muy hot, y encantador, uy tan encantador.
Con un je ne sais quoi,
un olor a duraznos por las mañanas,
y a tabaco a media noche.
Que tenía ritmo y agilidad,
y besaba suave, pero no tan suave.
También sabía besar rudo.
Que era tierno al amar,
y tierno al coger,
y tierno al terminar.
Que mientras te tomaba
armaba poemas,
cosas sucias pero melódicas,
que no se sentían fuera de lugar.
Me habló de su chamarra de cuero,
de sus tenis viejos pero en onda,
de su cabello no tan largo, pero no cortito.
De su piel, y su cuerpo, y su alma,
y sus letras, y su sonrisa,
y de todo el tiempo que pasaban
tomando cerveza y jugando a ser novios.
Me dijo que su sonrisa podía detener el tiempo,
y sus manos acelerarlo.
Y su voz, su voz sonaba dentro de ella aún estando lejos,
pidiéndole más horas, más momentos.
Su nombre no lo recuerdo,
solíamos llamarlo Lover boy,
un día simplemente desapareció.
Le pregunté por él,
y me sonrió,
Nah, olvídalo. Resultó ser un cabrón.
Y eso fue lo último de él que me contó.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario