lunes, junio 23, 2025

Lo imagino así:

Hace mucho tiempo, más de veinte años, me dio un pedacito muy brillante de él
(los pedacitos de juventud que uno regala, suelen brillar).
Y yo lo guardé.
Lo guardé bien.
Junto a otros pedacitos:
el del exnovio que aún extraña a mi mamá,
el de mi primer mejor amigo,
el del primero que me regaló una flor,
el del chico ese que solo me hablaba en una de cada cuatro fiestas.

Y cada vez que algo grande pasa en su vida, regresa.
Viene a verlo.
A ver si aún lo conservo.
A ver cómo lo sostengo.

Le gusta observar su pedacito de juventud brillar en mis manos.
Lo calma.
Se reconocen: el pedacito y él.
Pero no se lo lleva.
Le da miedo perderlo.
Me lo deja. Y se va.

No vuelve a buscarme, por un buen rato.
Hasta el siguiente dolor.
La siguiente crisis.
El siguiente desamor.

Hey! ¿Cómo vas? Hace tiempo que no hablamos.
Aparece en mi celular.